Nuestro estilo de vida es más agitado y al parecer queremos todo para ¡ya!.
En muchos casos esto nos juega en contra y nos encontramos afectados por estrés, depresión y cuadros de ansiedad.
Pero también valoramos más nuestro tiempo, queremos disfrutar más con la familia, los amigos, y por qué no, con nosotros mismos.
Tenemos mayor conciencia de nuestra calidad y esperanza de vida; nos interesan los alimentos saludables, bajos en calorías pero ricos y nutritivos, que combatan la obesidad pero también que prevengan enfermedades varias. Nos interesa vivir más y mejor, porque ahora sabemos que merecemos vivir más tiempo. Tomamos en cuenta técnicas alternativas de salud como el yoga, el reiki, la homeopatía, entre otras. Nos levantamos más temprano y nos damos un tiempo para correr, caminar o ir al gimnasio. Cuidamos nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
Valoramos más nuestro dinero y exigimos más por lo que pagamos. Nos convertimos no solo en buscadores de ofertas, sino que exigimos más valor por nuestro dinero, más calidad, mas seguridad, más atención y sobre todo que no nos engañen.
Queremos que las empresas "nos escuchen", nos tomen en cuenta, no ser solo "un número de cliente".
Afortunadamente nos quejamos más y esperamos de las empresas una respuesta satisfactoria. La buena noticia para ellas es que les estamos dando la oportunidad de cambiar, de mejorar, de darse cuenta que no somos rehenes ni fieles eternos de sus marcas. La mala noticia es que si no nos escuchan, si no dan señales de que les importamos, si no toman en cuenta nuestros pedidos y reclamos, ¡se lo pierden!.
